lunes, 9 de enero de 2012

Anecdotas en el Valle del Manzanares.

Siento haberme retrasado unos días con la entrada, pero estaba realizando un costosísimo estudio cuya conclusión ha sido algo que ya sabía (esto podría valer de relleno, por tanto, en cualquier informativo), y es que en Guadalajara y más concretamente en algunos bares, solo te diviertes si has pasado antes unos instantes en compañía del siempre afable y socarrón dios Baco. De hecho creo que el sábado bien podría haber formado parte del tiaso.
Tenía previsto, y así lo haré, contar algunas cosas que me sucedieron en los años en que estudiaba en Madrid, más años por otra parte de los que usaría una persona normal, pero es que como todo el mundo sabe, generálmente no fui buen estudiante.

- La matrícula.

Parece que fue ayer cuando, por cosas del destino y de la tradición nacional, me decidí a matricularme en la universidad tras haber aprobado, penosamente, la Selectividad en septiembre. Creo que, entre que llegó la carta de admisión hasta el plazo límite de matriculación, había poco menos de 2 semanas de plazo y además había que pedir cita para ese periodo extraordinario de matriculación.
En mi primer viaje a Madrid, fui a pedir cita para la matriculación. En el segundo (ya había empezado el curso) cerraron antes de que se matricularan todos los que estábamos porque había mucha gente (otro viaje fino con billete sencillo en la Continental que era un lujo monetario comparado con un abono). En el tercero me pude matricular pero la matrícula quedaba en suspenso porque no había llevado (realmente no tenía ni repajolera idea) el traslado de expediente desde la Universidad de Alcalá. El cuarto día pasé primero por la Universidad de Alcalá a pedir el dichoso traslado y de allí a la "Complu" para acabar con los líos ya casi fuera de plazo, como me parecía mucho desperdiciar el tiempo con solo eso decidí explorar la zona y me enteré que mis clases las tendría en el Edificio C de letras de la Universidad Complutense de Madrid, situado en Ciudad Universitaria pero al otro lado de la Carretera de la Coruña (A-6), como el paseo fue largo, todo el mundo estaba en clase y no conocía a nadie, decidí que ya había hecho mucho por ese día y me volví a casa (realmente fue esa extraña sensación de estar absolutamente perdido en un sitio extraño). Esto servirá de pié al siguiente punto. Consejo 1: si vas a un sitio desconocido donde no sabes que tendrás que hacer, llega pronto.

- El fajín y la boina. (solo apto para conocedores de C. Universitaria)

Siempre que he comentado esta historia a mis conocidos les he dicho que en mis primeros días en la universidad llegué allí con el fajín y la boina, una expresión que puede ser algo despectiva hacia la población rural y no tan rural que usa estas prendas con orgullo, especialmente la primera, contra los rigores del invierno, pero creo que era la que mejor describiría la situación de mis primeros días. A modo de resumen diré que nada más llegar a clase..., creo que era Lengua Española o Lengua Italiana I, me senté en la parte de delante jugando con fuego porque allí ya llevaban un par de semanas de clase y yo estaba perdidísimo. Hice rápidamente amistad con un grupo que se sentaba en esa zona (según parece caí más en gracia de lo que pensaba como supe tiempo después). Durante los primeros días me pegaba unos madrugones de impresión para poder llegar a la facultad porque, según mis "luces", el camino que tenía que hacer andando era desde la estación de Metro de Ciudad Universitaria hasta un paso inferior para vehículos que daba entrada al Palacio de la Móncloa y luego por la acera que hay entre éste y la Carretera de la Coruña sentido Madrid... vamos una caminata de narices. A la vuelta cogía un autobús a Moncloa por lo que no me hacía tantas preguntas, pero finalmente uno de esos días viendo que gente que seguí el mismo camino que yo de vuelta a casa se iba por otro caminejo al salir de la facultad les pregunté y me dijeron que iban a Ciudad Universitaria... me volví y le pregunté a una amiga que como iban por ahí y me dijo que ahí había un paso subterráneo para llegar al Edificio B, para peatones y que allí cogían un autobús. Me callé para no parecer aun más "pringao" y empecé una larga tradición de no reconocer cosas que no sabía. En resumen, durante casi 2 semanas, había estado haciendo casi un Km más todos los días para llegar a la facultad ... y lo mejor de todo era el tiempo que tardaba porque lo hacía andando cuando en autobús se tardaban casi 15 minutos menos. ¡Que gañán! Consejo 2: Más vale preguntar que hacer el idiota.
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- El mundo es un pañuelo.

Ya estaba instalado hace tiempo en el "bonito" Campus de Somosaguas en el que durante algún tiempo fue mi segunda residencia y donde les decía a mis padres que iba a estudiar. Los que me conocen saben que siempre he sido muy "sociable" en Madrid y, además, sin mediar el acohol de por medio, por lo que yo era una persona muy "conocida" en la facultad, de estos de... se que no eres nadie importante pero tu cara me suena porque estás en todas partes. Mi memoria a veces conseguía retener algunos datos y algunos rostros... de forma interesada en muchos casos. Sucedió que un día, ya muy por la tarde, volvía de no se donde usando el metro en dirección a Atocha para coger un tren de vuelta a casa, y en el mismo metro se subió un grupo formado por 2 chicos y una chica, la cual conocía de vista de la universidad, aunque no estudiaba la misma carrera que yo. Yo estaba ya pensando en el viaje de vuelta pero mi miopía y mi curiosidad me traicionaron y creo que me delataron cuando traté de confirmar visualmente si era quién yo pensaba. Hay que mencionar que tan peculiar trio, entró al vagón con lo creo que era un vaso de mini con kalimotxo (aun no había "ley antibotellón" en Madrid) y tenían signos de ir ligeramente alegres. Como había sido descubierto, la chica empezó a bromear, ya que me consideraba un completo desconocido y empezó a decirme guapo de broma pero de buen rollo cuando vio que me disponía a apearme, eso fue lo que activó algunas de mis más retorcidas neuronas. Cuando el tren frenó junto al andén, accioné el mecanismo de apertura de la puerta, me giré y dije: "bueno, ya si eso el lunes nos vemos en la facultad C." (el nombre lo omito aunque no creo que lo pueda llegar a ver o afectar y desde que acabé la carrera no he vuelto a verla pero sabéis que respeto la privacidad muchísimo). Acto seguido sus amigos empezaron a reírse y pude ver una de las caras más coloradas de toda mi vida justo antes de emprender el camino hacia el tren. Consejo 3: El universo es inmenso, pero el planeta tierra no lo es tanto.

- El servicio de inteligencia.

También en mi estancia en Somosaguas conocí a una chica a través de una conocida mía de Guadalajara de la que era amiga, de vez en cuando nos encontrábamos (como ya habéis leído era bastante fácil encontrarme en la facultad) y charlábamos. De pronto un día me para y me dice que me tiene que preguntar algo que le daba mucha vergüenza y a mí se me quedó cara de poker. La complicada cuestión era que ella no sabía mi nombre y como hablábamos mucho le daba vergüenza no saberlo, por supuesto se lo dije. Los que me conocéis ya os podéis imaginar que a pesar de que yo no sabía el suyo, fui tan ruin que no dije nada y encargué a mi servicio de inteligencia (compuesto por yo mismo y nadie más) la dura tarea de averiguarlo porque la mentira tiene las piernas muy cortas. El proceso fue el siguiente: 1º Sabía que carrera estudiaba, 2º Sabía más o menos en que curso estaba. 3º Miré su plan de estudios. 4º Fui 2 ó 3 departamentos de  sus asignaturas a ver si había listas de notas de exámenes. 5º Averigüe su nombre. 6º La siguiente vez que la hablamos lo usé como si lo supiera de toda al vida. Consejo 4: Proteged vuestros datos y obligad a otros a que los protejan.

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