Esta ciudad padecía siempre algunas leves enfermedades heredadas de los devenires de su geografía e historia que contrarrestaba con algunas otras virtudes, pero de la noche a la mañana y con el necesario empujoncito de la conocida crisis económica la urbe ha venido a padecer algo que yo resumo en la frase: tenemos lo malo de un pueblo y lo malo de una ciudad, dicho esto sin ánimo de ofender a los amantes de ninguno de los dos habitats, ya que creo que todos sabemos que ambos sitios tienen sus pros y sus contras.
Hay un hecho puntual, tal vez nimio, que me enerva por dentro cada vez que pedaleo (menos de lo que debiera) por una conocida zona de mi ciudad. Como humilde conocedor de algunos entresijos del funcionamiento de la administración no dejaba de pensar que este hecho puntual, como otros, no podía dejarlo pasar por alto.
Ahora viene cuando muchos poco amantes del paseo o el transporte en bicicleta (sí, también es un medio de transporte, no solo un juguete) podrán pensar que el tema es menor, pero es el ejemplo que define muchas formas de actuar aquí, en mi ciudad, y me temo que en el país. Puedo afirmar, que los que diseñaron, planificaron, ejecutaron y finalmente recepcionaron el anillo-cicloturista de la ciudad (no le llaman carril-bici para lavarse las manos en temas legales), nunca han dado más de dos pedaladas en una bicicleta que no tuviera ruedines, a algunos de ellos se les nota que ni en las estáticas, pero ese es un tercio del que no debería hablar.
Paso pues a ilustraros las geniales ocurrencias de los próceres de la ciudad para resolver un problema menor y crear un importante peligro, lo podríamos titular.... Como salvar una rotonda de la peor forma posible:
Te digo más: a ver si dejan algún árbol vivo en el que maliciosamente denominas "eje gutural".
ResponderEliminarOtra obra gloriosa actual es la de los nuevos toriles. Toros = dinero = nos cargamos un trozo de un parque.
En fin, tenemos lo que nos merecemos.